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lunes, 28 de abril de 2014

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viernes, 25 de abril de 2014



EL CRIMONÓLOGO, FERMÍN MARMOL GARCÍA, ASEGURA QUE EN VENEZUELA HA EMERGIDO UNA NUEVA CASTA DE DELINCUENTES DENOMINADA “COCOS SECO”.
Explicó que el término de “coco seco” encierra un símil con el cerebro humano; en el que se infiere el cerebro necesita de nutrientes, de líquidos orgánicos para poder operarla. “El coco, como fruto, necesita de líquido para tener valor, por lo tanto, a esta casta de nueva delincuencia la hemos denominado con este término coloquial”.
 Señala que la mayoría de los jóvenes menores de 27 años, que consumen drogas antes y durante el acto delictivo, no sólo buscan el delito para obtener ganancias económicas sino también el respeto de sus compañeros de banda.
 “Estos jóvenes, bajo los efectos de droga no solo pretenden obtener una ganancia económica sino además un respeto dentro de su grupo delictivo (…) cuando la víctima le engaña y miente, ellos lo interpretan como un irrespeto y eso se puede pagar con la vida”.
 Cómo prevenir ser víctima de la delincuencia
 Ante este resurgir de un nuevo comportamiento hamponil, el experto en criminología destaca algunas recomendaciones para evitar ser víctimas de la delincuencia. Entre ellas destaca:
 1. No servir de transporte luego de un evento social o reunión familiar.
 2.Evitar discusiones en la calle con personas desconocidas, la mayoría está armada.
 3. Evitar las “calles del hambre” en horas de la madrugada, la mayoría de los secuestros express se gestan en estos lugares.
 4. No hacer espera de amigos y familiares en las puertas de las residencias, podría ser soprendido por antisociales.
 5. Evitar los encuentros sexuales dentro de los automóviles en lugares oscuros.
 Cómo actuar frente a un antisocial
 Una vez se es víctima de estos antisociales, Mármol García insiste en “seguir las órdenes de los antisociales” para preservar la vida.
 “Si ya ha sido sorprendido, dejese someter, sea pasivo y siga las instrucciones que le están dando. El mentir se paga caro en esta nueva casta de delincuentes. Solo en las películas los rebeldes pueden salir airosos en estas situaciones”, insistió.
 "Insta al Estado a reforzar la seguridad" Instó al Estado a resguardar la seguridad en las principales avenidas y autopistas del país, además de mejorar la iluminación en las mismas.


En estos años todo ha sido desastroso..

 La violencia en Venezuela está es tan ubicua, tan democrática (es, por cierto, el único aspecto de la vida nacional donde todos somos iguales y nadie está excluido) y está tan presente que pareciera que todo el mundo es un experto en la materia.
No es así. El hecho de que no hay nadie que no haya sido víctima de la violencia en Venezuela (tener un guardaespaldas te puede salvar momentáneamente del malandro, pero te hace dependiente de un tipo armado vida; además, si necesitas un escolta es porque te sientes amenazado y ya eso es ser damnificado de la inseguridad), en fin, ser víctimas no nos hace especialistas en una problemática muy compleja.
Mucho menos versado son los voceros oficialistas que no se aproximan a la violencia con el propósito honesto de comprender el fenómeno y controlarlo, sino para eximir al gobierno de su responsabilidad. Ahí no solo hay ignorancia sino mala fe y franca crueldad frente a las víctimas, que al ser desconocidas son doblemente agredidas.
Vanessa Davies, directora del periódico gubernamental, financiado con recursos de la república, Correo del Orinoco, ha dado pruebas de lo disímil (en realidad, opuesto) que puede ser el abordaje de la violencia desde las trampas del funcionario astuto y, en el otro extremo, desde la angustia del conocedor cuyo objetivo es el debate franco de un flagelo. Ella misma hizo las dos cosas. Hace unos días apareció en el Correo del Orinoco una entrevista con Alejandro Moreno, psicólogo, teólogo, filósofo, sacerdote salesiano, director del Centro de Investigaciones Populares, hombre que lleva décadas con la oreja y el corazón pegados al acontecer popular.
En ese diálogo periodístico, Moreno abatió todos los mitos difundidos por el régimen para zafarse de su responsabilidad por el aumento de la violencia (y culpar a otros). Dijo que el asesinato de la pareja Berry-Spear “no es de lo más atroces; más bien es casi común”. Dijo que “hemos entrado en una espiral de crímenes sin suficiente motivación: le dieron un pisotón, sacó la pistola y disparó”. Dijo que la subcultura del matar para demostrar el poder sobre las víctimas “se ha ido formando lentamente, debido -entre otras razones- a la práctica de la violencia sin consecuencias o con consecuencias banales”. Dijo que hay “una impunidad que viene de la justicia”.
Y dijo que “en todos los gobiernos hubo lenidad y no hubo compromiso, pero en este gobierno no ha habido ninguno. En estos años ha sido desastroso, por unas razones supuestamente teóricas: porque dicen que son víctimas de la sociedad, son pobrecitos, son del pueblo. Pero [...] Lo que hemos encontrado en nuestras investigaciones es que no tiene nada que ver la pobreza de origen con su conducta criminal, lo cual no quiere decir que la pobreza no sea un ambiente en el cual se pueden fomentar ciertas cosas, porque establece límites, cierra posibilidades; más que la pobreza personal, la pobreza ambiental. Pero no hay una relación directa, porque si no, todos los pobres serían malandros.
Y desde el punto de vista ideológico, si tú eres de izquierda y estás diciendo que es por la pobreza, estás acusando a todos los pobres”.
Señaló la incumbencia de “las autoridades de mayor prestigio” que “han atacado de palabra, pero de una manera sumamente violenta, han mostrado públicamente la violencia” con palabras y gestos.
“La psicología social nos ha enseñado muy bien que la mayoría de las conductas se aprenden por el modelaje” y que “las personas de mayor prestigio: un futbolista, un gran artista, un literato de importancia, un presidente, un gobernador, son las que tienen mayor probabilidad de que sus conductas sean reproducidas”.
Y dijo con toda claridad que en 1998 hubo “un cambio completo” de los índices de violencia; y a partir de entonces “sube”. Más claro, imposible.
En las antípodas de las declaraciones que le dio Vanessa Davies a la periodista Gaby Arenas de Meneses para el libro La comunicación desarmada. Aportes sobre el rol de la comunicación en procesos de desarme (2012) donde Davies hace afirmaciones (sobre todo para acusar a los medios de comunicación) que el padre Alejandro Moreno abate.
Y, lo que es más flagrante, contra toda evidencia y, a contravía de lo que Moreno afirma por haberlo comprobado en la realidad, Davies se permite decir que “Chávez ha hecho un gran esfuerzo para que haya un clima por mínimo de convivencia, porque si él no estuviese gobernando la situación sería de guerra civil abiertamente”.
Mayor manipulación (con ánimo de lisonja al poderoso), imposible.
*Milagros Socorro; Periodista y escritora venezolana, su obra va de la narrativa breve, pasando por la literatura testimonial, a la novela. Premio Nacional de Periodismo y columnista de El Nacional.

Por: Milagros Socorro*




¿Por qué hay tanta violencia en Venezuela?

Es un lugar reconocido por los caraqueños, situado en la zona residencial de clase media Bello Monte. Hasta el viernes pasado, al edificio ingresaron 205 cadáveres en lo que va de 2014.
Entre ellos, el cuerpo del hijo de una mujer que habló con BBC Mundo en la sala de espera.
"Entraron a la casa unos policías buscando a unos malandros y al no encontrarlos me lo mataron", asegura mientras se tapa la boca con un pañuelo para evitar el olor. Se refiere a los actores de la violencia venezolana: autoridades y delincuentes.
Su hijo deja huérfana a una niña de 6 años, al igual que la exMiss Venezuela y actriz Mónica Spear, quien fue asesinada junto a su esposo hace dos semanas ante la presencia de Maya, su hija de 5 años.
La inseguridad es un fenómeno cotidiano en Venezuela. Pero el crimen de la estrella de televisión reavivó el debate sobre la violencia que estremece a este país hace años.
El presidente Nicolás Maduro reconoció la semana pasada, por primera vez en 14 años de revolución bolivariana, "la deuda (del gobierno) con el pueblo en crear un esquema de seguridad pública".
El mandatario venezolano además emprendió una nueva campaña para "pacificar el país": estudia cambiar el Código Penal, llamó al diálogo con la oposición e identificó, una vez más, a la televisión y las telenovelas como un catalizador de la violencia criminal.
Escalada
Por donde quiera que se mire, la violencia en Venezuela es extraordinaria.
Si uno mira las cifras del gobierno, que hablan de 39 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2013, encuentra a un país más violento que Colombia y México, naciones azotadas por la violencia durante décadas.
Pero si uno se remite a las cifras del independiente Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), que estima 79 muertos por cada 100.000 habitantes el año pasado, ve a un país que parece estar en una guerra civil. Aunque no sea el caso.
En 1999, año en que el fallecido Hugo Chávez llegó al poder, la cifra oficial era de 19 homicidios por cada 100.000 personas. Y eso, para los estándares de la Organización Mundial de la Salud, ya se trataba de una sociedad que vivía una "epidemia de violencia".

En el origen del fenómeno, más allá del debatible argumento de las telenovelas, está una mezcla de factores que van desde la crisis del sistema judicial y penitenciario hasta la enorme cantidad de armas que circulan en el país.
Cuándo
La historia reciente de Venezuela sufrió un sacudón en 1983, cuando el entonces estable y confiable bolívar padeció una drástica devaluación que marcó el inicio de un largo periodo de inestabilidad económica.
"Se detuvo el sueño de los pobres de transformarse de rurales a urbanos y se trancó la movilidad social que antes había funcionado bien", le explica a BBC Mundo el activista social Jesús Torrealba.
Cinco años después, el desencanto con la clase política y la frustración social, entre otras cosas, condujeron a un estallido social conocido como el Caracazo, una serie de jornadas de saqueos a comercios y represión policial y militar.
Muchos sitúan en ese contexto el inicio de la violencia actual. Sin embargo, en parte basados en el continuo crecimiento de las cifras de homicidios, otros estiman que el fenómeno se agravó desde el comienzo de la llamada revolución bolivariana.
Política social
Chávez, un militar que antes de ser elegido presidente en 1998 había intentado tomar el poder a través de las armas en dos ocasiones, implementó una política social con la que quiso erradicar la delincuencia.
Se basaba en la premisa sociológica, y manejada por algunos criminólogos, de que los delincuentes son víctimas de una sociedad excluyente producto del capitalismo.
"Esa idea explica la actitud reticente de Chávez a meterse con la inseguridad, porque para él implicaba cambiar la política social", le dice a BBC Mundo Elsie Rosales, directora de postgrado de la facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela.
Según índices de Naciones Unidas, Venezuela es un país líder en erradicación de la pobreza y la desigualdad. Y eso desmiente, según algunos, la teoría manejada por varias corrientes académicas -y por Chávez- de que a menos pobres menos delincuencia.
Policía
Durante su gobierno, de 1999 a 2013, Chávez llevó a cabo una reforma amplia de la policía y un plan para desarmar a la población a través de la Comisión de Desarme, creada en 2011.
En general, las diferentes reformas a la policía buscaban instituir un modelo civil que respetara los derechos humanos y tuviera procedimientos y mando que no dependieran de las Fuerzas Armadas, como ha sido tradicionalmente.
Los críticos del gobierno dicen que las reformas solo debilitaron a la policía y la supeditaron aún más al estamento militar, que en teoría no es el encargado de la seguridad urbana.
"Chávez desarticuló los cuerpos policiales, donde nombró personas cuya única virtud es la lealtad política", le dice a BBC Mundo el criminólogo Marco Tarre. "Tuvo 12 ministros del Interior e implementó 21 planes diferentes de seguridad que no estuvieron diseñados para atacar los problemas de fondo, sino para presentar ofertas electorales y poner pañitos calientes", apunta.
Parte de las medidas que se le reprochan a Chávez es haber intervenido -o "desarticulado"- los sistemas policiales de algunas de las jurisdicciones que estaban en manos de políticos opositores, como ocurrió en Miranda, donde gobierna el opositor y excandidato presidencial Henrique Capriles.
El gobierno justificó las intervenciones porque los esquemas policiales supuestamente no funcionaban, violaban los derechos humanos o estaban involucrados en redes delincuenciales.
Incluso Chávez, cuando lanzaba en 2012 uno de sus planes contra la inseguridad, aseguró que el 80% de la policía no hacía patrullaje.
"En la calle, si tú deprimes a un actor, otros se fortalecen", dice el activista Torrealba. Y eso, según él, fue lo que pasó con la policía y la delincuencia en los barrios marginales (un estilo de favelas), donde se cometen siete de cada 10 homicidios.
Elsie Rosales recuerda el caso de Miranda, que es el estado donde más homicidios ocurren, después del Distrito Capital de Caracas. Y concluye que "es un error conceptual pensar que la policía resuelve los homicidios". Según ella, el control de la violencia no solo es cuestión de vigilancia, sino de atacar una problemática más amplia de orden social y cultural.
Desarme
Desde 1999, Venezuela se convirtió en el primer importador de armas en América Latina y, tras la adopción de la Constitución Bolivariana ese mismo año, el control comercial de éstas quedó en manos del Estado.
Según cifras oficiales, ocho de cada diez homicidios -que generalmente se producen por robo- se cometen con armas de fuego. Amnistía Internacional calcula que existen 6 millones en el país de 29 millones de habitantes, aunque otras fuentes, incluyendo las oficiales, estiman que son muchas más.
Pese a los planes de desarme, los analistas concuerdan en que conseguir un arma en un barrio popular es fácil y barato.
"El plan desarme se planteó como una respuesta a esa situación", le dice a BBC Mundo Jesús Machado, de la fundación jesuita de investigación Centro Gumilla y exmiembro de la Comisión de Desarme. "Pero hoy no se sabe cuáles fueron los resultados".
Algo que el criminólogo de línea chavista de la Universidad Central de Venezuela Keymer Ávila extiende: "No se sabe de dónde salen las armas, cómo se producen y cómo se adquieren".
Controlar la circulación de las armas, pues, parece ser una tarea pendiente del gobierno.
Y ante esa situación, Roberto Briceño, director del OVV, se pregunta: "¿Cómo va a hacer eficiente un plan de desarme cuando la consigna de la milicia bolivariana es 'el pueblo en armas'?".
Retórica de Chávez
Muchos creen, como Briceño, que la retórica de Chávez, en la que parecía justificar la violencia y exculpar a los "malandros", es una de las causas de la situación que vive Venezuela actualmente.
En una famosa alocución pública en su primer año de gobierno, Chávez le preguntó de manera retórica a la entonces presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Cecilia Sosa, si ella robaría en caso de que sus hijos tuviesen hambre.
"La doctrina del 'Si yo fuera pobre, yo robaría' glorificó el ataque a la propiedad del otro", le dice a BBC Mundo Alfredo Romero, director del Foro Penal Venezolano, un grupo de defensa de derechos humanos.
Pero Machado, del Centro Gumilla, no comparte la idea de que esa supuesta incitación a la violencia de Chávez haya fomentado el crimen, porque "presupone que hay una obediencia absoluta de la gente a los funcionarios en el poder".
El fallecido presidente solía recordar con orgullo su condición de "soldado" y, para muchos, difundió un "romanticismo guerrerista" que aupó grupos armados, como el Movimiento Tupamaro de Venezuela, que defienden el uso de la violencia para fines políticos.
El barrio caraqueño 23 de Enero, donde se encuentra el mausoleo con los restos de Chávez y una polémica plaza en honor al líder guerrillero colombiano Manuel Marulanda, está controlado por los Tupamaros y se considera una zona donde la policía no entra.
"La frontera entre el hampa política y el hampa común se volvió difusa", dice Torrealba. "Un policía que arresta a un paramilitar armado en Venezuela se arriesga a que lo despidan".
El activista incluso recuerda que en Venezuela hay grupos al margen de la ley que defienden al gobierno, aunque Chávez les pidió someterse al sistema legal y les advirtió, en varias ocasiones, que no necesitaba de su apoyo.
¿Indiferencia?
A Chávez también se le culpa de ignorar el fenómeno de la violencia.
"Nunca el gobierno ha asumido que el problema exista e incluso ha dicho que es mentira", afirma Romero.
De hecho, hay quienes creen que esa supuesta indiferencia tiene una funcionalidad política, según explica Jesús Torrealba: "Los críticos más radicales ven su política como una forma de control social para que se vaya la clase media alta", que es donde está el grueso de los ciudadanos que adversan al gobierno.
Si bien siempre ha sido de sus preocupaciones principales, los venezolanos no culpan al gobierno de la inseguridad, según encuestas de Datanálisis, sino a la familia y al desempleo.
Y esto, señala el sociólogo David Smilde, "crea incentivos para los líderes de ignorar el tema porque cuando lo asumen, lo vuelven de su propiedad ante los ojos de la gente y pueden sufrir las consecuencias si no logran mejorar la situación".
Observadores vinculados a la oposición consideran que dentro de la estrategia de "ignorar" el problema está la acusación constante a los medios de comunicación privados de "magnificar el fenómeno" y hacer un "show con la muerte", una denuncia que reapareció a raíz del caso de Mónica Spear.
El gobierno afirma que la televisión, las telenovelas y personajes como Spiderman incitan a la violencia. Esta semana, como parte de la reacción oficial al caso Spear, se creó un Comité Promotor de la Nueva Televisión con el objetivo de armar "un modelo televisivo formador de valores humanos y hacedor de paz".
Machado, del Centro Gumilla, califica de "tremendistas" las afirmaciones que acusan al gobierno de ignorar la violencia: "Lo que ha habido es ineficiencia, pero no una orden expresa de no hacer nada".
Impunidad
Esa ineficiencia la analiza la organización no gubernamental The World Justice Project, con sede en Washington, en su informe sobre el estado de los sistema de justicia de 97 países. En su índice de justicia criminal Venezuela está de último.
"El ministerio de Prisiones no resuelve nada ni ha habido una integración del sistema policial y judicial y penitenciario", dice Marcos Tarre.
Al hacer un análisis del número de detenciones y asesinatos de los últimos diez años, el OVV estima que el 92% de los casos de homicidio en Venezuela quedan impunes.
Briceño opina que "ha habido una destrucción institucional que quebró el pacto social, las normas y las leyes como reguladores de la vida social, e impuso la violencia como único método eficiente para obtener las metas".
En 1998, según la misma organización, se detuvieron 110 sospechosos por cada 100 homicidios, mientras que actualmente hay nueve arrestos por cada 100 asesinatos, un comportamiento inverso al registrado por el número de asesinatos.
Pero otros especialistas, como la criminóloga Elsie Rosales, no comparten que las detenciones puedan ser un elemento para comparar la impunidad de aquellos años con la de ahora, porque el marco legal es completamente distinto.
Sin embargo, la profesora admite que "el sistema penal tiene distorsiones".
Una de ellas es la crisis que sufren las cárceles del país, que están sobrepobladas y son ellas mismas -a veces controladas por los propios reclusos- un foco de violencia.
La incapacidad del sistema de castigar a quienes delinquen en Venezuela parece permitir que un simple robo se convierta en una tragedia como la que vivió Maya, la hija de Spear y Thomas Henry Berry.
En el caso de la ex Miss Venezuela hay dos elementos inusuales: que la víctima era famosa y que los presuntos culpables fueron arrestados de manera eficaz.
De resto, todos los detalles del homicidio hablan de un trágico y hasta ahora imparable fenómeno que afecta a los venezolanos todos los días.
Así como ocurrió el lunes pasado, cuando asaltantes en el estado de Aragua interceptaron a Rafael Darío Adarme, le robaron y lo mataron a tiros. Y su hija, que como Maya tiene 5 años, fue testigo del asesinato.


El “malandro nuevo” no cree en nadie
Alejandra Rodríguez Álvarez
26.01.2014 05:15 AM Los delincuentes de hoy no son, ni remotamente, parecidos a los de hace 20 o 30 años. Han mutado, sostienen especialistas. Se han vuelto más violentos y son cada vez más jóvenes.
Caracas.- Mientras que desde una celda bien acomodada en el Internado Judicial de San Felipe (podría ser cualquier otro), un “pran” hace una llamada y extorsiona a un ganadero; en el barrio La Bombilla de Petare, un niño sueña con ser delincuente. No, no quiere ser como Gustavo Dudamel, celebrado director de orquestas venezolano. Tampoco como el esgrimista olímpico Rubén Limardo. Quiere ser como “El Yoifre”, “El Niño Guerrero” o como cualquier otro de los muchos presidiarios que han ocupado los titulares de las noticias en el último lustro.
En el barrio para nadie es un secreto por qué ese niño, que bien podría llamarse Juan, Wilmer o Roberto, quiere ser “malandro”. Todos saben que pactar con la delincuencia le permitirá calzar zapatos de marca, obtener dinero fácil, tener mujeres y, sobre todo, reconocimiento. Ese que probablemente no encuentra en casa. Lo que el infante todavía no advierte es que si logra convertirse en el próximo “Niño Guerrero”, la fiesta le durará poco. Con suerte llegará a los 25 años. Y, seguramente, dejará algún huérfano.
Los victimarios de la violencia delincuencial en Venezuela son cada vez más jóvenes, más crueles, no tienen arraigo de ningún tipo y tampoco respeto por la vida de sus pares, coinciden los expertos. No son, ni remotamente, parecidos a los de hace 20, 30 o 50 años. Han mutado, se han transformado.
“El delincuente de los años 80 era completamente diferente al delincuente de hoy”, afirma el criminólogo y subcomisario jubilado del Centro de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), Francisco Gorriño. Y no es la forma de ingreso al mundo delictivo lo que ha variado, sino el perfil que adquieren, luego de haberse sumado a las filas del hampa.
Sanos pero crueles
El psicólogo y director del Centro de Investigaciones Populares, el sacerdote Alejandro Moreno, distingue tres momentos en la evolución de la violencia delincuencial en Venezuela y, respectivamente, tres tipos de delincuentes: el antiguo, el medio o mediano y el nuevo. El antiguo y el nuevo son radicalmente distintos, no así el medio, el perfil de ese es un poco más difícil de establecer (es una mezcla entre el antiguo y el nuevo).
El nuevo es, entre otras cosas, muy joven. Ingresa al mundo delictivo antes de pisar la adolescencia y a los 25 ya es una máquina de matar. Aunque en Venezuela las cifras oficiales de violencia escasean, es bien sabido que el grueso de los involucrados en hechos delictivos no supera la mayoría de edad. El último informe anual del Ministerio Público indica que en 2012 fueron acusados 17 mil 721 menores por participar en actividades ilícitas. El bajo rango etario no es el único rasgo que caracteriza al delincuente venezolano del siglo XXI.
El antiguo tenía algo de escolaridad. Solía abandonar los estudios a los 14 o 15 años. El nuevo, con suerte, llega al sexto grado de educación primaria, asegura Gorriño. Tiende a ser problemático y, con frecuencia, se mete en líos: está buscando atención.
Se estrena robando, posiblemente, algún objeto de marca. Antes también era así. Pero convertirse en asesino significaba pasar a otro nivel. Hace un par de décadas los asesinos y ladrones estaban bien diferenciados entre sí. Únicamente se le arrebataba la vida a otro ser humano cuando se convertía en una amenaza. El asesinato era una “necesidad” producida por las circunstancias, explica Moreno, quien por años ha estudiado el comportamiento criminal.
Ahora robar y asesinar van de la mano. Matar le da poder al delincuente, por eso lo hace sin ningún reparo y con saña. Mientras más cruel sea el asesinato, más “cartel” (prestigio dentro del mundo criminal) obtiene quien lo perpetra, dice Gorriño. Los delincuentes compiten entre ellos: sus trofeos son las vidas de otros.
Tanto los “malandros” de la vieja escuela, como los de la nueva están involucrados en negocios ilícitos: microtráfico de drogas, por ejemplo. Pero en el pasado las drogas, el secuestro y el sicariato no eran el único modo de subsistencia de los antisociales: quienes delinquían solían tener algún oficio extra, alguna actividad adicional que les generaba ingresos y que alternaban con sus fechorías. Ahora la única “profesión” de los delincuentes es ser delincuentes.
Moreno asegura que el criminal promedio, en Venezuela, no está enfermo. Y no lo está porque comete delitos en pleno juicio de sus facultades, explica. Pero a diferencia del antiguo, es difícil distinguir en el nuevo algún rasgo de humanidad.
Matar es fácil
Cifras extraoficiales reportan que en Venezuela cada 20 minutos un ciudadano es asesinado. El organismo no gubernamental Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) estima que en 2013 la violencia homicida le arrebató la vida a aproximadamente 24.730 personas. Para los espectadores internacionales el número es escandaloso, pero la ciudadanía se ha resignado. O, por lo menos, eso es lo que asegura el estadístico y profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Félix Seijas, quien afirma que: “Estudios cuantitativos y cualitativos muestran que la posición de la mayoría de los venezolanos con respecto a la inseguridad, es resignación”.
El problema de fondo es que en el país, cuya capital está listada como la segunda ciudad más violenta del mundo, reina la impunidad, cree Gorriño. El especialista asegura que hace 30 años el éxito en el esclarecimiento de los homicidios estaba sobre 90% y ahora apenas sobrepasa 10%. “Ahorita cualquier delito ofrece impunidad al delincuente”, refiere.
Los cuerpos de seguridad no se dan abasto. No pueden contener la violencia desatada. En parte, porque algunos efectivos están aliados con los infractores. Para el delincuente nuevo la policía no es más que su competencia, por eso a veces la enfrenta, explica Moreno. Antes no era así. El “malandro” antiguo se cuidaba de los cuerpos policiales.
La abogada especialista en seguridad, Mónica Fernández, cree que el daño difícilmente podrá repararse en el corto plazo. En Venezuela hubo un quiebre de la institucionalidad, asegura. Todos los organismos encargados de garantizar la seguridad al ciudadano están viciados. Quien delinque no puede, por ejemplo, reformarse porque dentro de los muros de las prisiones son los reos quienes tienen el control.
Quien entra a un penal venezolano sale con postgrado en delincuencia. “Para que esto se arregle, deberán pasar unos 10 o 20 años, si comenzamos a trabajar desde ahora”, concluye.
7 delitos de cada 10 no son conocidos, por lo tanto no entran en las estadísticas oficiales, según una encuesta de victimización, llevada a cabo en 2013, por un equipo a cargo del criminólogo Freddy Crespo.
42% de los homicidios por arma de fuego que ocurren
en todo el mundo son perpetrados en América Latina, según la Coalición Latinoamericana para la Prevención de la Violencia Armada.
Ni las misses se salvan
El asesinato de la Miss Venezuela 2004 y actriz, Mónica Spear y su exesposo, Henry Berry, ocurrido el 6 de enero, puso en boca de todos el tema de la inseguridad que azota al país. De los diez implicados en el crimen, dos resultaron ser menores de edad.
Para tratar de calmar las aguas, el Gobierno nacional se pronunció y prometió que este año bajaría los índices delictivos. Dos de las posibles medidas que serán implementadas para combatir la delincuencia serán: la modificación del Código Orgánico Procesal Penal, para añadir más penas; y la modificación de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, a fin de rebajar la edad mínima para ir a prisión, medida que hasta hace poco no era bien vista por los especialistas.
La abogada experta en seguridad y conductora del programa televisivo “Se ha dicho”, que transmite Televen, Mónica Fernández, cree que la modificación de las legislaciones no logrará acabar con el problema de la inseguridad. “¿Más penas para qué?”, se pregunta.
Fernández advierte que no habrá esfuerzo que valga si el sistema judicial no es saneado por completo. Para el criminólogo y subcomisario jubilado del Centro de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), Francisco Gorriño, la única forma de combatir el delito es a través de los programas de prevención y el cese de la impunidad