La historia del hampa en la última década
Por
Alonso Moleiro | 20 de
Enero, 2014
Afirmar que la violencia en Venezuela es hija del
capitalismo constituye un argumento especialmente precario. Naciones
latinoamericanas que viven en capitalismo, como Panamá, Costa Rica o Uruguay,
son muchísimo menos violentas que Venezuela. Como lo son, con sobrada holgura,
emporios capitalistas demonizados por la tosca propaganda comunista,
presuntamente por ser pobladas por autómatas sin sensibilidad obsesionados con
ganar dinero, como Nueva York o Berlín
El agravamiento del hampa en Caracas tiene insumos
propios, elementos objetivos incuestionables, vinculados directamente con
decisiones políticas o administrativas específicas. El gobierno hace todo lo
que puede por no asumirlas, afirmando que este es un problema de todos, y la
oposición ha hecho muy poco por colocar al gobierno contra la pared para que
pague por sus omisiones y su responsabilidad.
No sólo se trata del evidente desinterés y de la
ausencia de foco que tuvo el propio Hugo Chávez al aproximarse al problema.
Hasta la llegada de Soraya el Ackhar, Chávez y sus colaboradores se pararon
mucho tiempo pensando que la sola promoción de programas sociales y
transferencia de recursos constituía prueba incontestable de combate al crimen:
el ilícito en Venezuela, se pensaba, era hijo directo de las desigualdades
sociales; corregir esos desequilibrios con recursos y programas haría lo
necesario sin tener que pasar por el costoso trámite de tomar medidas con
costo.
“Aquí lo único que queda es rezar”: eso le dijo El
Achkar a Contrabando, la revista de periodismo que dirigí durante unos
años, cuando nos tocaba evaluar el nombramiento de Pedro Carreño en el
Ministerio del Interior y de Justicia y la nueva posposición del programa de la
Comisión Nacional de la Reforma Policial. El proyecto de Policía Nacional había
sido de nuevo alejado de las manos de Chávez para improvisar de nuevo
operativos irrelevantes, mientras, promovida por sectores autónomos del
chavismo, ingresaron al país un peligroso número de armas y motos, se
deterioraron más las cárceles y continuó la ruina tribunalicia y la
interminable decadencia institucional de este país.
Parte de cierto chavismo militante de la clase
media se ha pasado mucho tiempo intentando culpar de tal situación a alcaldes y
gobernadores de la oposición. La lenidad, el desorden, la irresponsablidad, la
improvisación, pero sobre todo, la existencia de una concepción equivocada
sobre la responsabilidad ciudadana, el hecho criminal y el combate a la
pobreza, hizo que ya fuera imposible disimular.
Todavía existen desencaminados voceros del chavismo
radical proponiendo que esperemos un poco más: resulta que cuando el socialismo
nos vuelva todos buenos, y quedan abolidas las clases sociales, será que se
haga patente el fin de las tensiones sociales y la delincuencia termine de
evaporarse. Entretanto, incluso, dicen que no hay problema alguno con la
existencia de personas y colectivos armados hasta los dientes.
Pienso, además, que esa responsabilidad trasciende
la comprobadamente mediocre gestión chavista en el tema. Casi todas las
ramificaciones sociales, funcionales e intelectuales del chavismo se ha pasado
estos años metida en una farragosa secuencia de consignas y abstracciones de
carácter evasivo, que les han permitido estar totalmente ausentes del
diagnóstico y la probable solución al problema del hampa.
Jamás, ni en el asesinato de los Faddoul, el de
Filipo Sindoni o de los miles de trabajadores venezolanos que se ganan la vida
escoltando ministros, la gravedad del problema del hampa, la impunidad en el
crimen, la consolidación de una atmósfera asesina asfxiante en Venezuela, se
puso adelante por cuenta propia alguna reflexión, algún debate televisado,
alguna manifestación o expresión de inconformidad que obrara por cuenta propia
y que no tuviera el permiso expreso del Comandante eterno. No se ha producido
un solo debate en la Asamblea Nacional que permita una discusión sobre los
alcances y el combate del delito. No parece haber verdadero interés sobre el
tema.
Los venezolanos no estamos debatiendo ni
reflexionando nada, o en todo caso muy poco, en torno a nuestro más grave
problema en décadas, en parte por la actitud escrupulosa, maquilladora y
cobarde de buena parte de las sociedad civil chavista, empeñada vanamente en
evadir o minimizar el tema para no tener que asumir sus consecuencias.
Claro: como todos sabemos, afirman, Nueva York es
más peligrosa que Caracas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario